Rituales
"Para los tarahumaras el peyote es
el hikuli, el ser
espiritual sentado al lado del Padre Sol. Es una planta tan potente que portaba
cuatro caras, percibe la vida en siete dimensiones, y a la que nunca se puede
permitir reposar en el hogar de los vivos. Para recoger el hikuli los tarahumaras viajan lejos,
hacia el sureste, más allá de las estribaciones de la sierra, en el desierto.
Allí encuentran la planta al escuchar su canción. El hikuli nunca deja de cantar,
incluso después de ser recolectado. Un hombre le contó a Lumholtz que
al volver al desierto había tratado de usar como almohada su bolsa de hikuli. Su canto era tan alto que no
podría dormir. Ya seguros en casa, los tarahumaras exteienden el hikulien mantas que luego pringan por
encima con sangre, para luego guardar con cuidado las plantas secas hasta que
las mujeres estén prontas a molerlas en un metate hasta
convertirlas en un espeso líquido ocre. Se hace una gran hoguera, con leños
orientados hacia el este y el oeste. Sentado al oeste del fuego, un chamán traza
un círculo en la tierra dentro del cual dibujaba el símbolo del mundo. Coloca
en la cruz un botón del peyote y lo tapa con una calabaza invertida que
amplifica la música y placía al espíritu de la planta. El chamán luce un tocado
de plumas, que le infunde la sabiduría de los pájaros y evita que los vientos
malignos entren en el círculo de fuego. Después de las porciones el peyote pasa
de mano en mano y hombres y mujeres envueltos en telas blancas y descalzos
empiezan una danza que dura hasta el amanecer. Luego, a la primera señal del
sol, el chamán y su gente se paran hacia el este y se despedían con los brazos
del hikuli, el espíritu
que había descendido llevado por las alas de palomas verdes, para partir luego
en compañía de una lechuza.".
Mezcla de religiones
Los tarahumaras tienen como Dios principal
una fusión de Cristo con
su dios, al cual denominan Onorúame,
quien hizo al mundo y lo regula. Las concepciones religiosas incluyen el
concepto del alma y el de su pérdida. El hombre está rodeado de seres malignos
y benignos; el viento es bueno y el tornado es malo. Se han añadido a sus
creencias los nombres de Jesús, María, Dios, infierno y pecado, el uso del
rosario y del crucifijo y el santiguamiento.
La Semana Santa
Al llegar los misioneros a la sierra
trataron de enseñar a los rarámuri ciertos pasajes evangélicos de
la Semana Mayor, celebraciones que fueron de gran agrado para los indígenas.
Actualmente en todas las partes donde hay un templo se siguen haciendo estas
celebraciones siguiendo el mismo patrón que los misioneros les enseñaron. En
estas fiestas colocan ramas de pino que marcarán el camino de las múltiples
procesiones; aquí participan principalmente dos grupos: el de los fariseos (bandera
blanca) y el de los soldados(bandera roja); ambos tienen capitanes que los
dirigen, tenaches que cargan con las imágenes de los santos y los pascoleros
que participan con la alegre danza del pascol, usando cascabeles alrededor de
los tobillos bailan al son de los violines y flautas.
Un dato interesante es que los rarámuris
representan a los chabochis(los
blancos, mestizos, los mexicanos) en el grupo de los malos (fariseos), los
cuales se pintan de blanco y representan a los partidarios de Judas, que en la
danza simbólicamente andan en todas partes y dominan la situación, pero al
final son vencidos y triunfan los representantes del bien: los soldados.
Danzas rituales
Las danzas que realizan los tarahumaras
no son exactamente bailes sociales, sino ceremonias llenas de significado; son
una plegaria en pantomima, cuidadosamente ejecutada, y jamás cambiada por la
inventiva. Pocas ceremonias tienen la afinidad del actor y el espectador
inherente en estas danzas, hilos de comprensión tejido en la tela de la vida de
la tribu, motivación espiritual de costumbres y creencias. Para el observador
curioso podrán parecer un retroceso raro, de fondo impresionante, e
indumentaria artística, pero, esencialmente, entretenimiento. Mas, para ellos,
significan mucho más, pues a través de sus danzas se desenvuelve su cultura y
en ellas expresa sus esperanzas, sus temores, los tormentos de su alma, sus
anhelos de vida mejor, y sus plegarias por felicidad y alegría. Bailan para
agradecer bendiciones o para alejar los maleficios y para evitar las
enfermedades, el sufrimiento y la tragedia.
A través de sus danzas se ponen en
comunicación con Dios. Al son del ruido isócrono que producen sus sonajas, con
unción religiosa, ejecutan el Tutugúri y
el Yúmare, tan parecidos
al mitote de
los huicholes y tepecanos del
Sur; las pascolas y la Raspa del jícuri (jíkuri sepawáame).
El baile Tutugúri, es deprecatorio y generalmente se ejecuta de noche,
especialmente en época de cosechas. Lo bailan toda la noche, y al amanecer se
comen las ofrendas que habían colocado al pie de las creces. Tanto este baile
como en el Yúmare no
se tocan el violín y la guitarra, sino nada más acompaña al canto del sacerdote
la sonaja. Con excepción de la Semana Santa, los Matachines –baile de la época
colonial– se bailan en todas las fiestas al son de guitarra y violín.
Es interesante observar que la
característica más notable es el silencio. La vida nómada y las tesgüinadas no
se prestan para una extensa mitología o
para un acervo de cuentos y leyendas.
Referencias: https://es.wikipedia.org/wiki/Pueblo_tarahumara
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